martes, 17 de febrero de 2009

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Era la víspera de navidad y rogaba por tenerlo a su lado, que no demorase más, que la salvara de sus demonios. No era muy alta ni tan bonita o encantadora, pero algo había visto en ella que lo hacia pensar que podría ser el amor de su vida.
Se esforzaba por verla luminosa, aunque la pobre ya estaba opaca y sucia de tanto vivir, y las fuerzas la arrastraban cada vez más hacia adentro de ese abismo con tanto le gustaba. Una caída libre que, a pesar de destruir sus huesos era lo único que realmente le importaba. Sentirlo en sus venas, que pasara desde sus muñecas a su estomago y de vuelta.
Insistía impetuosamente en lanzarse con ella, en tomar su mano, para que cuando ella estuvieran muy cerca del suelo, su cuerpo fuera el que se hiciera pedazos para que así, por fin, se diera cuenta de lo mucho que la quería y lo tanto que deseaba proteger.
Ese día, decidió dejar sus problemas atrás, dio paso adelante y en picada se sumergió sola al mismo lugar de donde muchos días antes había escapado. Horas más tarde seguía cayendo y la luz había desaparecido, dejándola ciega, pero estaba feliz.

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